lunes, 29 de julio de 2013

LA INERCIA



     --No comprendo exclamó Fotheringay con voz entrecortada -- ¿que habrá ocurrido? ¿Una tempestad? por lo visto he debido hacer algo mal.


     Después de mirar lo que el viento y los batientes faldones de su chaqueta le dejaron, continuó.

En el cielo parece que está todo en orden. Allí está la Luna, lo demás también está, ¿pero donde está la Ciudad?; ¿donde las calles y las plazas?; ¿de donde viene este viento? Yo no he mandado que haga viento.


     Fotheringay intentó ponerse en pié, pero no pudo; por eso iba andando a gatas, sujetándose a las piedras y a los salientes del terreno. La verdad es que no había a donde ir, puesto que todo lo que se podía ver por debajo de los faldones de la chaqueta, que el viento le había puesto por montera, era un cuadro de completa desolación."En el Mundo algo se ha descompuesto, pensó, pero no se ni lo que es".


     Y efectivamente algo se había descompuesto, no se veían casas ni árboles, ni seres vivientes, no se veía nada, solo ruinas deformes y restos heterogéneos yacían por doquier y apenas se podían distinguir en medio de ese huracán de polvo.


    El culpable de todo esto no podía comprender lo ocurrido, aunque todo tenía una explicación bien sencilla. Al parar la Tierra de improviso, Fotheringay no pensó en la Inercia, que fue precisamente la que al cesar la rotación del Planeta lanzó fuera de su superficie todo cuanto sobre ella había.  Por eso las casas, las gentes, los árboles, y todo aquello que no estaba unido, inquebrantable con la masa fundamental de la esfera terrestre, salió volando tangencialmente a su superficie con la velocidad de un proyectil. Después todo volvió a caer sobre la superficie de la Tierra haciéndose mil pedazos. 

     Fotheringay comprendió que el prodigio que acababa de hacer le había salido mal. Sintió una profunda repulsión por todo hecho semejante y se prometió así mismo no hacer más prodigios en su vida. Pero antes tenia que reparar el mal que había causado, y que no era pequeño. La tempestad seguía desencadenada, nubes de polvo eclipsaban la Luna y se oía ruido de agua que se acercaba. 

     Brilló un relámpago y a su luz pudo ver Fotheringay como un muro de agua avanzaba hacia el vertiginosamente cobro valor y dirigiéndose al agua gritó; -- ¡Alto! ¡Ni un paso más! después repitió órdenes semejantes a los truenos, a los relámpagos y al viento.


    
Por fin se hizo la calma.    
(del libro 2 fisica recreativa de Y.Perelman.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario